21/5/09

El graderío

Querido primo, dos puntos
A uno le da por pensar y eso no es bueno. Cuanto mayor sea la inocencia o irresponsabilidad que amasamos cada individuo más posibilidades tenemos de alcanzar la felicidad, o por lo menos de seguir en ese bienestar tonto y apalancado que todo lo hace más llevadero. No en vano la sabiduría popular bendice: “ojos que no ven, corazón que no siente.”
Cada individuo “siente” (el sexto sentido) de forma distinta, dependiendo de cómo y de cuanto quiera ver y analizar de su alrededor y, por supuesto, depende también desde la atalaya desde dónde observe la realidad. Porque realidad no hay más que una y será responsabilidad de cada uno si la quiere ver o no. Cosa bien distinta es que una misma realidad la convertimos en nuestra verdad individual, con infinitas versiones, dependiendo del individuo. Si no mirando alrededor, uno se siente mejor, pues adelante, pero si el análisis de nuestro entorno, de la realidad absoluta, la que es, no da sosiego a nuestra cabeza, entonces empieza el partido.
Tengo que hacer aquí un apunte para demostrar que, por injusta que sea la realidad, nosotros podemos verla justa e incluso alguien, siempre autorizado, puede hacer que sea justo. Me refiero al hecho, casi cotidiano, o al menos de corte semanal en lo que sucede en algunos partidos de fútbol, entretenimiento, o vicio, que resuelve más de un problema de estabilidad emocional. Como decía, sucede que en un partido de fútbol al que asisten cien mil espectadores, pongamos por caso, y lo ven por televisión algunos millones más de aficionados, hay una persona, solo una, que es realmente la que dice la verdad, su verdad, la inequívoca, la indiscutible, la verdad absoluta. Toda esta gran masa de aficionados vieron que la falta que hizo un jugador a otro del equipo contrario no era merecedora de pitar penalti. Pero sí, el árbitro decidió pitar penalti (contra todo pronóstico) y uno de los equipos acabó ganando el partido… y el otro perdiendo, claro.
Luego se discute, se grita, se le llama hijo de puta, unos aficionados se dan de palos con los del otro equipo a la salida del estadio, pero mañana es lunes y hay que trabajar y ahí se queda todo el asunto. Mejor dicho, no acaba aquí; el asunto servirá para pasar unos buenos ratos discutiendo en el bar sobre el asunto. El árbitro, con razón o sin ella impuso su verdad ya que le autorizó alguien, que seguramente no entiende mucho de fútbol pero sí bastante de la psicología del forofo, hincha o como se llame.
Seguro que este asunto-ejemplo tendría una solución, lógica o tecnológica, para que el juez-árbitro fuera liberado de que le recuerden, demasiado a menudo, quién es y el oficio de su madre.
Damos un salto, nos lavamos la cara con agua fría para despabilar y nos trasladamos hoy mismo a los tribunales de Valencia donde se juzga una parte del caso de todos (creo) conocido. Uno dice que “yo pagué los trajes, pero no recuerdo cuando ni como”, el otro dice “a mi no me pagó nada” y el otro que “manzanas traigo”. En este caso al árbitro hay que llamarle señoría o su señoría (porque si que es muy suyo) y no se le puede mentar a la madre (más que nada porque en los juzgados no hay graderío). Pues este buen, o mal, hombre dirá que fue penalti o que no lo fue y ahí acaba la historia. Lo demás son especulaciones de tontos apalancados cercanos a la felicidad.
Y como no me gusta dejar las cosas sin proponer soluciones, digo y propongo que, para que podamos expresarnos en contra de lo que pensamos se instalen gradas en los Tribunales de Justicia y que por lo menos podamos acudir al partido con la bufanda colgada al cuello de nuestro juez favorito.
Por cierto, tengo que seguir trabajando.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Aupa Atleti Primo. Siempre estaremos los que ven con el corazón, piensan con las vísceras, sienten con los genitales y prefieren no darle muchas vueltas a la cabeza, porque, cuando lo hacen, les entra vértigo. Tomamos partido por el perdedor (atletico, IU y desgraciados varios)y rogamos a dios (en minúscula, porque, para más inri ya perdimos la fe) no tener que ser nunca jueces ni árbitros... y aún así nos consideramos felices y afortunados con lo que tenemos sin necesidad de formar parte de una masa y, a veces, hasta viviendo a contacorriente. Cuídate mucho primo.

Anónimo dijo...

No sé si intentabas filosofar barato o estabas cocido pero esto es una patraña amigo.

Anónimo dijo...

Me gustan los comentaris anónimos porque pueden ser de cualquiera y eso les da un interés, pero si descalificas a mi primo deberías identificarte so listo o so lista
Toño

Anónimo dijo...

COMO SE TE NOTA LO PROGRE QUE ERES. TODOS SOIS IGUALES

Anónimo dijo...

Menos mal que trabajas en otra cosa con esto te morirías de hambre. Ya lo dicen en mi pueblo si fueras un inutil yaserias algo.

Anónimo dijo...

Pues para considerar a mi primo un inútil o filósofo barato que no necesita vivir de esto hay que valorarse poco. ¿No tenéis nada mejor que hacer? Si no le teneis devoción al santo qué hacéis rezándole. O mejor aún, ¿Por qué no os ponéis a escribir algo propio y lo valoramos todos?